Ana Mato, eurodiputada por el PP (Partido Popular) hasta enero de 2008 y actual candidata por Madrid.
Por Isolina Cueli de la Llera
Ana Mato Adrover, (Madrid, 1959) licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid, está en política desde su etapa universitaria. Acaba de renunciar a su último cargo como eurodiputada del Partido Popular en el Parlamento Europeo para formar parte de la candidatura del PP por Madrid, encabezada por Mariano Rajoy. Una carrera ascendente con muchos cargos de responsabilidad en su partido, entre los que destaca el de subdirectora del Gabinete del Presidente de Castilla y León (1986-1990); Diputada autonómica por Madrid (1991-1993); Diputada nacional por Madrid (1993-1996, 1996-2000 y 2000-2004).
¿Le quedan muchos temas pendientes de su etapa como eurodiputada?
Casi un 80% de mi mandato lo he podido desarrollar con intensidad y con deseo de contribuir a una política social europea capaz de generar bienestar social según las orientaciones de la Cumbre de Lisboa del año 2000, y del reciente Tratado de Lisboa, que abre una nueva etapa constitucional en el proceso de construcción europea.
¿Encuentra mucha diferencia entre la forma de hacer política en Bruselas y en España?
El desarrollo de las políticas comunitarias es, por definición, más complejo, pues es necesario encontrar un común denominador para 27 países, cada uno de los cuales tiene su propia cultura, su propia tradición y su historia. Sin embargo, el diálogo permanente, el intercambio de experiencias y la voluntad de una cooperación activa permiten resolver los problemas, aunque a veces el ritmo tenga una velocidad menor si se compara con la política nacional.
¿Cuál ha sido su principal aportación a la política europea?
Estoy orgullosa de mi participación en lo que ha sido la política de empleo, reflejada en las Directrices para las políticas de empleo de los Estados miembros (Employment Guidelines), que tuve ocasión, como portavoz, de mejorar, acentuando dándoles un sentido de cohesión social y atender algunas prioridades fundamentales, como la mayor calidad de vida en el trabajo. En este sentido, quiero destacar la apuesta que hice por un gran acuerdo europeo sobre seguridad y salud en el trabajo, que pueda servir de marco de referencia para luchar contra la siniestralidad laboral, favorecer la prevención de riesgos laborales y mejorar las condiciones de trabajo en el ámbito de la Unión Europea. También me gustaría señalar el interés que he demostrado por el estudio sobre la prevención y lucha contra la violencia doméstica, llamado Programa Daphne, y desarrollado por la Comisión Europea, para intentar eliminar esta lacra que afecta a nuestra sociedad.
Otras cuestiones que también he tenido ocasión de participar se refieren a la política de las pensiones en Europa, el cambio demográfico, la inmigración de terceros países, junto con otras propuestas que se integran en la Agenda Social Europea, y que afectan a colectivos específicos como son los discapacitados, los jóvenes, las mujeres y determinadas minorías étnicas.
Por último, también querría destacar el fenómeno de la deslocalización, que está generando problemas importantes en algunos sectores (por ejemplo el del automóvil), especialmente agudos en algunos ámbitos geográficos. En este sentido, quiero destacar los problemas que han afectado a la Bahía de Cádiz, que motivaron diversas iniciativas para defender los intereses de nuestro país y en particular, la situación y el futuro de los trabajadores de aquella zona y sus familias.
¿Cree que las mujeres aún tienen mucho que decir en el Parlamento Europeo?
El trabajo que he venido desarrollando durante estos años en el Parlamento Europeo ha sido una experiencia de extraordinario interés y me ha permitido, al igual que otras europarlamentarias, contribuir a la adopción de acuerdos y a la promoción de iniciativas que se han traducido en ventajas para todos los ciudadanos. Como es lógico, siempre hemos tenido muy en cuenta aquellos aspectos que pueden tener mayor trascendencia para las mujeres en su dimensión personal, profesional, política y social. Creo que esta mayor sensibilidad hacia estos temas debe ser una línea constante en la acción parlamentaria ya que, al final, tiene ventajas para todos.
“Me interesa el programa Daphne
que está orientado en la lucha contra
la violencia doméstica”
La Red Europea de Mujeres Periodistas nació con el apoyo de la Comisión, en un intento de contar con las profesionales del periodismo para captar la participación femenina en las elecciones al Parlamento. ¿Cree que aún estamos lejos de conseguir que la mujer se implique en la política comunitaria?
Creo que todavía se puede hacer bastante, pero los pasos que, al menos desde el Grupo Parlamentario Popular se vienen dando, caminan en la buena dirección, lo que supone seguir fomentando una creciente participación de las mujeres en cuantos temas afectan a los ciudadanos europeos. No puedo dejar de mencionar a nuestra compañera y amiga, Loyola de Palacio. Ella fue la primera y única mujer española que ha sido Comisaria Europea, realizando una magnífica labor para todos los europeos
Uno de sus últimas propuestas es la de estimular la prolongación voluntaria de la vida laboral. ¿Cree que es factible en España?
No solamente lo creo si no que durante el gobierno del Partido Popular se aprobó una ley que facilita la jubilación voluntaria, gradual y flexible, planteamiento éste que se encuentra en plena sintonía con las políticas comunitarias que favorecen el envejecimiento activo. Sé que todavía se puede hacer bastante más pero las bases están echadas.
La política social de la Unión Europea aún tiene un largo recorrido en su ejecución. ¿Cuál es el apartado de asuntos sociales con más carencias?
Desde el Tratado de Roma a la Cumbre de Niza en el año 2000, y desde Niza hasta el reciente Tratado de Lisboa, se han producido progresos muy notables. La dimensión social de la política comunitaria no es una mera herramienta de acompañamiento, sino una parte fundamental que da sentido al conjunto de la política comunitaria. Y ello es así porque la Unión Europea ha de estar al servicio de los ciudadanos, de sus aspiraciones y de los problemas que van evolucionando y cambiando cada vez a mayor velocidad. El desarrollo del Tratado de Lisboa y la agenda social europea habrán de ser los referentes para completar aquellos aspectos que todavía no han alcanzado un nivel de desarrollo suficiente o satisfactorio. Hay desafíos que van a requerir constancia y acierto, como es el de la inmigración, la sostenibilidad de las pensiones, y el empleo de ciertos grupos desfavorecidos.
¿Cree que Europa debe potenciar su capacidad de investigación frente a la competencia internacional?
En los años 80, la entonces Comunidad Europea, padecía un evidente déficit tecnológico y de innovación. Ello se tradujo en una importante pérdida de competitividad, en el anquilosamiento de la economía y unas tasas muy elevadas de desempleo. Afortunadamente, el llamado diálogo Val Duchesse auspiciado por la Comisión Europea y secundado por los agentes sociales (la CES y la UNICE) abrió nuevas perspectivas de cambio a partir de la aceptación del reto de las nuevas tecnologías y de las inversiones en investigación e innovación.
“Es muy importante fomentar la participación
de todas las mujeres en los temas que afectan
a los ciudadanos europeos”
Los sucesivos programas marco europeos en materia de investigación propician la consecución de nuevos y ambiciosos objetivos, tanto en el campo de la biomedicina como en otros aspectos relacionados con la preservación del medio ambiente.Por tanto, se están haciendo cosas importantes, pero es seguro que habrá que proseguir con decisión y con constancia en este empeño.
¿Deberíamos copiar de Francia en materia de energía?
Cada país tiene su propia política energética. España está viviendo momentos de transformación en los que el actual gobierno no está mostrando todo el nivel de acierto que sería de desear. Se trata de un tema de extraordinaria importancia que es necesario abordar con perspectiva suficiente en el tiempo.
¿Hacia dónde camina la Unión Europea? ¿Qué opinión le merece la posible incorporación de Turquía?
La Unión Europea, con la firma del Tratado de Lisboa, parece enderezar su rumbo. Ya son 5 países los que han ratificado hasta ahora el nuevo tratado, incluida Francia, que en su momento votó en referéndum en contra del tratado que proponía la Constitución para Europa. Es de esperar que a lo largo de este año 2008, los 22 restantes miembros ratifiquen el tratado de Lisboa. Ello implica que la UE podrá funcionar, tomar decisiones y hacer frente a los grandes desafíos que se plantean para el futuro para ejercer un liderazgo mundial; las reformas económicas e institucionales internas, el cambio climático, el aprovisionamiento energético, el comercio mundial, la ayuda al desarrollo, etc. En definitiva, la reforma supone evitar los obstáculos en cuanto a la toma de decisiones para permitir que la Unión siga avanzando de forma que su peso político pueda corresponderse con el papel hegemónico que juega en los ámbitos económico y comercial.
Respecto a Turquía la controversia estriba, no tanto en su geografía -para algunos no es Europa- sino más bien en su dimensión y posible peso específico. Para otros en la escala de valores que Turquía defiende y el riesgo que conlleva un país que aún siendo oficialmente laico, sin embargo la mayoría de su población profesa la fe musulmana. Existe todavía una gran división respecto a esta cuestión pero en lo que sí coincidimos todos es en la necesidad de exigir firmemente a Turquía que haga todas las reformas necesarias para homologarse a una democracia europea avanzada. Considero que, en base al cumplimiento de estos requisitos, se debe tomar una decisión, aunque aún parece lejana.