¡Buscando a mis amigas en Gaza!

¡Buscando a mis amigas en Gaza!

Alaa Karajah, periodista
Cartel realitzado por Mahasin Al-Khatib, asesinado el 19 de octubre de 2024

«¿Está viendo realmente el mundo el genocidio que Israel está cometiendo contra la población de Gaza? ¿Y por qué nadie ha tomado medidas? ¿Hasta cuándo continuará este tormento?». Las palabras de mi amiga Maha de Gaza me llegan como un shock, cada vez que consigo ponerme en contacto con ella para preguntarle como está. Con la voz temblorosa por la emoción, me responde con preguntas que no puedo responder. Cada vez que intento consolarla, me encuentro impotente y sin palabras, hasta que rompo a llorar al terminar la llamada.

Ha pasado más de un año desde que comenzó la guerra de Israel contra Gaza, uno de los desastres humanitarios más terribles de los tiempos modernos. Se está llevando a cabo un genocidio contra el pueblo palestino en Gaza, retransmitido en directo para que lo vea todo el mundo. Los civiles, en particular las mujeres y los niños, están pagando el precio más alto sin tener culpa alguna. Las palabras en todos los idiomas no alcanzan a describir esta masacre diaria, esta matanza sin sentido. Términos como dolor, pérdida, pena, miedo, ira, opresión, sufrimiento, tormento, humillación, violación, desplazamiento, trauma y traición quedan paralizados en su intento de describir las interminables procesiones de muerte en Gaza.

Trabajé en Palestina durante muchos años, en medios de comunicación, organizaciones de la sociedad civil, organizaciones de derechos humanos e instituciones de defensa de los derechos de la mujer. Asistí a decenas de talleres y recibí formación sobre los derechos de la mujer, incluidos los derechos humanos, sanitarios y psicológicos. He escrito decenas de artículos y trabajos de investigación y he realizado cientos de entrevistas televisivas con mujeres y sobre mujeres, defendiendo sus derechos. Hoy, ante el genocidio y la limpieza étnica practicados por la ocupación israelí contra el pueblo palestino, todo eso parece carecer de sentido, ante la hipocresía internacional, el doble rasero y la balanza sesgada de la justicia. El mundo no ha superado la prueba de la humanidad, ya que se niega a ver que los palestinos merecen la vida, como cualquier otra persona.

Desde el comienzo del genocidio, he intentado mantenerme en contacto con mis amigos periodistas de Gaza para saber cómo estaban. A cada momento que pasa, temo que pueda agonizar con la noticia de su martirio, junto con sus hijos y familias, al igual que cientos de familias de Gaza. Estaba constantemente en contacto con mi colega Khawla, que trabaja en televisión. Aunque nunca nos habíamos visto, nuestra relación telefónica duró años. Khawla, además de ser una distinguida y bella presentadora de televisión, es una artista de talento. En una ocasión, sus obras de arte se convirtieron en el centro de uno de nuestros debates televisivos. Justo antes de la guerra, me invitó a visitar Gaza, un lugar en el que nunca había estado debido al bloqueo israelí impuesto durante 17 años. Prometió regalarme uno de sus cuadros. Días después del comienzo de la guerra, el ejército israelí bombardeó la casa de Khawla en el norte de Gaza, pero milagrosamente ella, su marido y sus cuatro hijos sobrevivieron. Le envié un mensaje para saber cómo estaba: «Khawla, espero que tú y tus hijos estéis bien. Te quiero». Ella respondió: «Sobrevivimos a la muerte. Lo importante es que los niños están bien, y te quiero mucho. Reza por nosotros».

Khawla se trasladó con su familia a Khan Younis, luego a Mawasi y después a Rafah. Sus hijos están asustados y traumatizados tras perder el hogar en el que habían vivido durante años: los juguetes de sus hijos, sus pertenencias, los recuerdos de su infancia. Sin embargo, Khawla insistió en continuar su trabajo como periodista para informar sobre los horrores de los crímenes de guerra de Israel y el sufrimiento de la gente sobre el terreno.

Pocos días después, nuestro colega Mohammed Abu Hatab, de Palestina TV, transmitía en directo desde el exterior de un hospital. Menos de media hora después de que regresara a su casa en Khan Younis, la casa fue bombardeada, y Mohammed y 11 miembros de su familia fueron martirizados, entre ellos su esposa, su hijo y su hermano. Desde el comienzo de la guerra israelí contra Gaza, 177 periodistas han sido atacados y martirizados.

Sólo el lenguaje de las cifras es devastador. En el momento de escribir este artículo, la ocupación israelí ha matado a 42.438 personas en Gaza, entre ellas 17.029 niños y 11.585 mujeres. Otras 10.000 personas están desaparecidas bajo los escombros, entre ellas 4.700 niños y mujeres. La ocupación también ha matado a 986 miembros del personal médico, junto con 756 palestinos en Cisjordania.

No son sólo cifras; cada uno tenía una vida, recuerdos, sueños y seres queridos. La destrucción de la infraestructura civil de Gaza por parte del ejército israelí es casi imposible de cuantificar. Los israelíes destruyeron el 60% de las escuelas y hospitales, cientos de mezquitas, tres iglesias históricas y docenas de instituciones y centros culturales, además de escuelas y hospitales.

La gente de Gaza huye de la muerte sólo para enfrentarse a ella. Allí no hay ningún lugar seguro. Incluso las escuelas, los refugios y los campos de refugiados son bombardeados por Israel. La vida es imposible en los campos de desplazados, sin agua ni electricidad, bajo un sol abrasador en verano y un frío glacial en invierno.

Las mujeres que sobreviven a la muerte se enfrentan cada día a experiencias dolorosas, asumiendo tareas agotadoras, especialmente las que se han convertido en sostén de la familia tras perder a sus maridos por muerte o encarcelamiento. Estas mujeres pasan horas haciendo cola para conseguir una comida, harina o una botella de agua limpia, o buscan leña para encender un fuego. También buscan un lugar seguro para escapar del fuego de la ocupación israelí.

A nosotros, que no vivimos en Gaza, nos consume la angustia por lo que le está ocurriendo a nuestro pueblo. Vivimos con miedo y ansiedad constante. Como mujeres, nos preguntamos unas por otras. Cada una de nosotras cuenta historias de amigas que han sido martirizadas con sus familias o que han perdido a sus hijos. Mi amiga Mays me habla de su amiga Hiba Al-Agha, que fue desplazada de su hogar el 13 de octubre de 2023 y no ha vuelto desde entonces. Hiba escribe en su página de Facebook y en varios sitios sobre su periplo de pérdida, desplazamiento y búsqueda desesperada de momentos de supervivencia.

Mays también me habla de la poetisa y escritora Alaa Al-Qatrawi, que perdió a sus cuatro hijos: Yamin, Karmel y las gemelas Kinan y Orchida. Sus nombres fueron en su día música que resonaba entre los amigos y seres queridos de Alaa. Las fuerzas israelíes los rodearon y les impidieron salir, y una semana después bombardearon la casa. Permanecieron bajo los escombros durante meses. El ejército israelí impidió que nadie se acercara a la casa y, al cabo de un tiempo, la noticia de su martirio llegó a oídos de su madre, que no sabía nada de ellos.

Estos días, sigo los posts de Hiba, donde escribe gritos de ayuda procedentes del campo de Jabalia, que se enfrenta al exterminio y al hambre para expulsar a los que quedan en el norte de Gaza: «La muerte nos rodea desde todas las direcciones; no habrá mañana para nosotros en Jabalia». El 19 de octubre, las fuerzas israelíes mataron al joven artista Mahasin Al-Khatib, que había aguantado un año en el norte de Gaza, negándose a huir a pesar del asedio, el hambre y el bloqueo israelí de toda ayuda y suministros.

Busco entre rostros, nombres y páginas a mujeres que conozco y a las que no, unidas por la misma tragedia. En la página de Hiba Al-Agha, leo lo que Asma Maghari escribió sobre el asesinato de sus dos hijos, Aya y Aboud: «Mi gacela caída… mi rosa que se ha ido a la casa eterna… unos días y hará un año que os mataron. Mis lágrimas nunca se han secado, mi corazón se ha quedado vacío y, sin ti, me he convertido en un cuerpo sin alma. Me despierto cada día echándoos de menos con un dolor insalvable».

Busqué el angustioso relato de Asma, donde dice: «Esta guerra me rompió y se llevó mi alma y mi paz, y a aquellos por los que vivía. Ha pasado un año desde que perdí a mi familia y a mis dos hijos de la forma más horrible… el 17 de octubre de 2023, estábamos todos en casa. Mi padre estaba en la puerta, esperando a que mis hermanos cogieran lo que nos había comprado. Mi madre se dirigía a la cocina para prepararnos la comida. Mis dos hijos estaban jugando y el resto de mi familia estaban en sus sitios. Al contrario de lo que decían, no representábamos ninguna amenaza, pero el ejército israelí bombardeó nuestra casa. Murieron todos los que estaban en la casa: los 24. Mi hermana, mi primo y yo sobrevivimos, pero a día de hoy seguimos sufriendo las heridas. Dios, reúneme con mi hija Aya, mi hijo Aboud y mi familia, y no me dejes en este mundo injusto donde ya no soporto existir».

Muchos piensan que la agresión contra los palestinos comenzó después del 7 de octubre, pero el pueblo palestino lleva décadas sufriendo la ocupación israelí y sus atrocidades. Estas historias son sólo una gota en el océano de miles de historias a lo largo de los años de conflicto con la ocupación.

Mi abuela, que tiene 90 años, experimentó la amargura del desplazamiento de hogares, pueblos y ciudades bajo la amenaza de cañones y ataques aéreos durante la Nakba de 1948. Sobrevivió para contarnos a mí y a mis hijos los crímenes de Israel, que nunca ha dejado de matar, asediar, robar tierras y destruir personas y tierras. Sin embargo, la historia de la muerte palestina ha alcanzado un nivel nuevo y sin precedentes en Gaza: es un genocidio en un mundo mudo.

El gran poeta palestino Mahmoud Darwish dijo que estamos «condenados a la esperanza». La esperanza y la fe son lo que impulsa a las mujeres palestinas a levantarse de nuevo. La rendición nunca ha estado en el diccionario del pueblo palestino. Las mujeres que sobrevivieron, agobiadas por el peso de sus corazones, hacen todo lo que está en su mano para proteger a sus hijos y proporcionarles lo esencial. Esperan un amanecer cercano, cuando termine esta tragedia: un amanecer de libertad y liberación de la ocupación y la opresión israelíes.