Claudia Dakhil Carcovich: “Los relatos migratorios son hechos de amor, no solo de supervivencia”

Claudia Dakhil Carcovich: “Los relatos migratorios son hechos de amor, no solo de supervivencia”

Por Esther Mira

Si la vida decidiera hacer un experimento genético y cultural, Claudia Dakhil Carcovich podría ser un buen ejemplo. ¿Cómo, con la combinación de elementos, de orígenes y de avatares vitales, tanto personales como profesionales, poder tejer una gran red de alianzas y hallazgos interconectados? Ella lo llama networking, un anglicismo de la modernidad que, en su caso, ha traspasado muchas fronteras, íntimas y globales. El último repunte: la malla de silencios recosida a raíz del genocidio en Palestina.

Nací en el Líbano donde viví hasta los tres años, por la guerra. Mi madre es peruana de origen croata, y con raíces alemanas, inglesas y gallegas. Y mi padre es un palestino que dejó Belén en 1948 para viajar al Líbano como refugiado. Vino la guerra y emigramos del Líbano a Chipre, y de Chipre a Barcelona. Cuando tenía 12 años mis padres se separaron y mi madre nos llevó a Perú, donde vivimos tres años. Y volvimos a Barcelona; ella era madre soltera y migrada, con todas las complicaciones que esto comporta en el ámbito económico y laboral, a pesar de ser muy cualificada. Pero con todo el esfuerzo, consiguió darnos una educación y una estabilidad. Estudié auxiliar administrativo y relaciones públicas y marché a Mallorca a trabajar en un barco de marinera. En la isla conseguí trabajo en la revista ‘Namasté’, que juntaba gremios diversos en una misma dirección: la concienciación y la transformación social. Esto me dio el marco de referencia del que todavía hoy me estoy nutriendo.

¿Y de aquí a la cooperación internacional?
Me marcó mucho viajar a mis raíces, en el Cuzco y en Líbano. Sentí muchas ganas de dedicarme a la cooperación internacional. Pronto descubrí como las entidades dedicadas a la cooperación competían por las subvenciones, y esto me rompió el corazón. Veía el derroche de recursos, porque quizás una entidad ha hecho el esfuerzo de abrir un camino, tiene los contactos y el idioma, el conocimiento sobre los errores y los éxitos, pero no los comparte con la organización vecina porque tiene que competir por una subvención. Y esto es una pérdida de tiempo, de recursos y una contradicción. Y me pregunté: ¿qué y cómo puedo aportar para mejorar esta contradicción? Unos años después viajé a Israel con un amigo, aprendí hebreo, y “compré » la narrativa europea de la convivencia entre israelíes y palestinos. Pero hace unos dos años que esta idea ya se me ha roto del todo. Paso a paso he ido contactando con mis raíces, mientras continuaba pensando en la cooperación. Y entonces conocí el padre de mi hija, de Cabo Verde, otro paradigma cultural. Y enseguida me quedé embarazada de mi hija.

Y la red se iba tejiendo a golpe de viajes, hallazgos y de coincidencias
Sí, madre soltera que decide poner en marcha un proyecto internacional que tiene que ver con su bagaje intercultural natural. Y esto es muy importante, porque a veces para sobrevivir, ofrecemos en sacrificio lo que somos. Y cuando somos migradas, lo que somos es todo lo que tenemos. Entonces, si sacrificamos esto, ¿qué nos queda?

¿Quizás un sentimiento de vacío?
Siempre he admirado la cultura catalana, me encanta, estoy muy agradecida y me he integrado. Pero me ha costado muchos años darme cuenta que en esta pertenencia yo no estoy incluida de manera explícita. Yo necesito hacer el trabajo de incluirme a mí misma, valorando lo que yo soy. Y éste es un trabajo que tengo que hacer yo, que no me lo facilitará nadie. Y ha sido duro. Era madre soltera y tenía que pensar en un propósito de vida alineado con mis fuerzas naturales, porque si no lo hacía -pensaba yo- el sistema se me comerá y acabaré siendo un parásito de las ayudas sociales, y yo no soy una persona de este talante. Yo quería emprender mi proyecto internacional en un ambiente family friendly. Y aquí también topé con la barrera de la maternidad en el mundo laboral, eres invisible hasta que no tengas hijos productivos, incluso en el ámbito del emprendimiento.

Tan modernos como parecemos…
Sí. Decidí que, si entraba en el mundo del emprendimiento, tenía que ser desde el emprendimiento social, en el campo de la economía social y solidaria. Intenté poner en marcha un proyecto que era para madres emprendedoras, siempre en el contexto de networking, con personas de diferentes disciplinas y en el campo de la cooperación internacional. Me obsesioné, busqué una lista de organizaciones que hacían acontecimientos internacionales para hacer auto candidatura como networker, es decir, ni como comercial, ni como relaciones públicas.

¿Cuál es la diferencia?
El networking va más allá, genera colaboraciones a largo plazo, y relaciones sólidas que trabaja. Y esto se ha ido arraigando dentro de mí. Me auto propuse a la única entidad en Barcelona que quería hacer un coworking con guardería para mujeres emprendedoras, el Valkiria Hub Space. Yo me cogía al inglés como una bandera, porque era lo único que me podía abrir puertas al nivel que yo buscaba. Y entonces conocí una persona que gestionaba proyectos europeos que me dijo: ‘¿sabes que hay líneas europeas que se cancelan porque las mujeres no estáis presentando proyectos?’ ¡Hostia, las mujeres! -pensé yo- Ya volvemos otra vez con la falta de confianza o con la incapacidad de llegar al circuito adecuado – me decía-. Y ¿qué tengo que hacer para llegar a esto? Pues generar una forma jurídica.

Y así nació Meet and Map, ¿un punto de encuentro, para quién o para qué?
Un espacio donde la gente se encuentre, que se ubique en el mapa, que se haga visible o que genere un nuevo lugar en el mapa. Me di cuenta que el nombre estaba muy inspirado por Palestina, porque yo siempre he estado obsesionada con el hecho de que Palestina no sale en todos los mapas, dependiendo de donde venga este mapa. Por ejemplo, si el mapa viene de Grecia, sale Israel y Palestina. Si lo compras en el Líbano, solo aparece Palestina. Y en el resto del mundo, probablemente, saldrá solo Israel. A mí los mapas siempre me han gustado porque ubicas cosas. Meet and Map es una asociación internacional que desde el 2014 genera alianzas y busca la complementariedad de los entornos.

¿Qué proyectos habéis desarrollado?
El primer proyecto europeo no llegó hasta el 2019, a través de un intercambio de buenas prácticas entre ocho países para que las organizaciones aprendieran sobre programas de integración social para gente mayor. Que tú hagas algo que está bien, o también si has cometido errores, que lo puedas compartir para que otros lo puedan aplicar en su contexto, es una experiencia que me parece brutal. Y también era una manera de devolver a Barcelona lo que me ha dado, que ha sido una cultura de acogida que recoge esta vertiente pionera, emprendedora, internacionalista y ambiciosa de Cataluña. Para mí, que vinieran de siete organizaciones, de siete países, a Barcelona, fue un orgullo porque era como decir: ‘mira la Claudia, la que no es un parásito social que vive de las ayudas económicas, o la que pasa de todo’. ¡No!, yo he venido a levantar vuestra voz, que se escuche en otros países, porque estamos interconectadas. Para mí escuchar a las organizaciones desde dentro, como funcionan, como detectan necesidades y como dan respuesta, es una preciosidad. Por eso no entiendo cómo no hay más redes de colaboración.

Según te escucho me parecería que vienes del futuro
Ja, ja, ja … El segundo proyecto, en 2021, fue un Emprendimiento para Mujeres en Economía Circular, con la participación de mujeres de siete países. Hicimos un acontecimiento multidisciplinario y multisectorial, con 12 ponentes y muchos agentes diversos implicados y reunidos en Mataró, en el Maresme. El paso siguiente fue un proyecto formativo para jóvenes líderes que hicimos con una fundación alemana en Grecia. Y después llegó una propuesta de internacionalización para proyectos de mujeres en Marruecos, dentro del ámbito de la innovación social y el emprendimiento. Y fue muy interesante ver que en Marruecos hay este tipo de innovación, porque aquí lo que nos llega habitualmente es todo atrasado, estancado, y resulta que se está haciendo un trabajo precioso. Y yo necesito visibilizar esto mejor en el mapa de Meet and Map, es parte del trabajo que quiero continuar haciendo.

Y después de esto, te has chocado con el genocidio en Palestina
Sí. El posicionamiento de algunas entidades con quién habíamos trabajado ha supuesto para mí una crisis doble, personal y laboral. Pienso que toca decir que la moral es la moral y que ésta no es de un color u otro. Los últimos tiempos también he experimentado la competencia entre mujeres, y ha sido doloroso verlo. Meet and Map tiene un contexto de cooperación, y es importante observar de qué manera nos relacionamos, porque si queremos transformar la sociedad, pero dentro de nuestro equipo estamos compitiendo y sacándonos la energía, esto es del todo contradictorio.

Después de esta crisis, ¿cómo se proyecta Meet and Map en el futuro?
Estamos poniendo en marcha una campaña humanitaria para los niños de Gaza y del Líbano, y también estamos preparando una jornada dirigida a acompañar personas que están atravesando un luto colectivo a raíz del genocidio en Palestina y en el Líbano. En el área de educación desarrollamos herramientas como New Compass, que genera metodologías para la cooperación y el networking. Y en el ámbito de los jóvenes, estamos colaborando con el departamento de movilidad internacional del Consejo Comarcal del Maresme para dar a conocer oportunidades de internacionalización para jóvenes.
En paralelo, estamos en plena renovación de nuestra estructura interna. Ya estamos preparadas para salir al mundo después de este periodo de oscuridad y de confusión. Estamos haciendo llamamiento a personas voluntarias que quieran acompañarnos en este camino de crear contextos multidisciplinarios y multiactorales, crear un espacio donde la gente pueda tener un sentimiento de comunidad internacional o de cooperación y que permita replantearse el concepto de liderazgo, para poder salir de patrones que ahora ya no están al servicio de la vida. Plantearnos qué podemos hacer para aprovechar los conocimientos de la gente que supone una aportación y aprender juntas para hacer una cooperación realmente transversal.

¿Has podido avanzar en este objetivo en Barcelona como mujer, madre soltera y migrante?
Mi mensaje para todas las mujeres migrantes, especialmente, es que no veamos nunca nuestro bagaje como una carga. Las personas que hemos atravesado dificultades muy severas a raíz de estas migraciones, por guerras, catástrofes naturales y pobreza, sabemos de la complejidad interconectada porque muchas guerras y muchos cambios climáticos son provocados por unos sistemas donde unos pocos se benefician y la mayoría es perjudicada. Los relatos migratorios son hechos de amor, no solo de supervivencia o de lucha o de explotación, y las personas que son fruto de estos movimientos migratorios llevamos una gran riqueza, aunque sea desde el sufrimiento. Hay que recoger esto como una fuerza, en lugar de como una carga. Descubrirlo ha sido decisivo para mí, como mujer y como madre. Y claro que he vivido la soledad y el abandono, pero yo puedo decidir si quiero vivir esto como una carga o no. Y esto es una lucha esencial.

¿Hasta qué punto has sentido que del concepto de cooperación se ha hecho cierto postureo?
He constatado este postureo en todas partes, pero el genocidio de Palestina ha sido el gran despertador, una gran apertura de ojos de la que ya no hay retorno. ¿Cómo es posible que entre mujeres que trabajamos juntas en un entorno a alianzas, que nos conocemos, no haya ninguna visibilidad ni mención? El silencio ya es una postura, evidente. Estamos ante un genocidio brutal en Palestina, y otros genocidios en Sudán y en el Congo. Se está destapando todo y está saliendo toda la verdad, es una oportunidad brutal y no decimos nada. Me ha costado mucho aceptarlo, incluso en los gremios de la filantropía internacionales han estado callados. Ahora empiezan a hablar, porque ya hay una presión importante.

Más información: Meet and Map