
Por Alicia Oliver.
Liliana Aragón Castro, originaria de Chihuahua, México, llegó a Barcelona hace 8 años para realizar un máster. Ahora, es la responsable del proyecto Veïnes per Veïnes de la Asociación Helia.
Estudió Relaciones Internacionales. Antes de llegar a nuestro país, vivía con su familia: marido, dos niños y una niña en la ciudad de Villahermosa, en el sur del país, donde estuvo trabajando muchos años en temática de mujeres, desde la administración pública y aprendiz del feminismo comunitario, muy extendido en América Latina. Desde allí solicitaron unas becas de estudio y así pudo cursar el Máster Interuniversitario de Estudios de Mujeres, Género y Ciudadanía en la Universidad de Barcelona.
¿Viniste a estudiar un máster, y qué fue lo que le hizo quedarse aquí?
Llegamos en septiembre de 2015 con mis dos hijos y mi hija que entonces tenían 6, 8 y 10 años. Y cuando terminamos el máster, por cuestiones familiares y por problemas de inseguridad en México, decidimos empezar a buscar oportunidades para poder quedarnos. No fue fácil, sin embargo, desde el privilegio de tener una tarjeta de estudiante, hacer la transición a residente y por cinco personas, es súper complicado. Hay que invertir mucho tiempo y también muchos recursos, incluidos los económicos. Y es lo que vivimos las mujeres. Y lo digo desde el privilegio, pero aun así la Ley de extranjería nos atraviesa de muchas formas. Y todo es muy complicado, como el pez que se muerde la cola: tú no puedes empezar a trabajar en España si no tienes un contrato laboral, pero nadie te contrata si no tienes un permiso de trabajo. Al final conseguí que me hicieran un contrato de empleada doméstica para después poder tener la residencia y empezar a buscar un trabajo en mi ámbito profesional.
El reconocimiento de la formación profesional en origen es todo un reto, ¿no?
Que se reconozca nuestra formación universitaria cuesta mucho. Tengo muchas compañeras que están trabajando a nivel de cuidados y sabemos que en sus países de origen eran ingenieras, licenciadas, trabajadoras en empresas… Y cuando llegan aquí, no se les reconoce y acaban ejerciendo de cuidadoras precarizadas, justamente por todo lo que las atraviesa: discriminación, racismo… que es lo que toca en esta pirámide de cómo se construye el capitalismo: en los cuerpos racializados, lo que les toca es cuidar a las personas mayores ya la infancia en este país, si es que vienes de América latina.
Pero tú pudiste superar esa lógica, ¿no?
Yo tuve la fortuna de entrar a trabajar en la Asociación Helia, que es una asociación feminista, muy reconocida en Barcelona, ya que tiene una trayectoria de 15 años. Entré a trabajar en abril de 2021 como responsable del área de Acción social, y concretamente como coordinadora del proyecto Veïnes per Veïnes.
Desde un principio fue como una conexión muy importante ya que este proyecto es como el alma de la asociación, porque así es como nace Helia. Hace 15 años en el barrio de la Sagrada Família, mujeres como su fundadora Montserrat Vilà, acompañaban a otras mujeres para que no estuvieran solas en este camino hacia la recuperación de las violencias machistas.
Exactamente, ¿en qué consiste el proyecto?
Se trata de dar acompañamiento a mujeres en situación de violencias machistas en su proceso de recuperación, desde una vertiente de empoderamiento comunitario. Las voluntarias, a partir de una formación y un seguimiento adecuado por parte de las profesionales, acompañan a las mujeres a las diferentes acciones y procesos por los que deben pasar: acompañarlas a los juzgados, a sedes policiales, a visitas con abogados o abogadas, a visitas médicas, a realizar trámites administrativos, a servicios sociales…
Veïnes per Veïnes es una red comunitaria formada por grupos de mujeres profesionales y voluntarias que actuamos como agentes activas para conseguir barrios libres de violencia hacia las mujeres.
¿Cuántas voluntarias existen?
Cuando entré hace dos años había unas 30 voluntarias, y de forma activa unas 15, ya que no se trata de un voluntariado tradicional. Es decir, no se trata de ser voluntaria los martes de 8 a 2, puesto que nosotros damos respuesta a las necesidades de las mujeres. Si el juicio es el martes a la 12, hay que estar aquí. Si la cita médica es el jueves a las 4 de la tarde, es necesario estar ese día. Por tanto, lo que hacemos es dar respuesta sobre la base de la disponibilidad de nuestras voluntarias. Y en estos años, la red de voluntarias ha aumentado y ahora somos más de 250 voluntarias. En cuanto se ha crecido, se ha consolidado y hemos logrado articular con muchos de los servicios públicos del circuito de violencias machistas de la ciudad y también de la provincia de Barcelona, ya que nos derivan de los SIES (Servicios de Intervención Especializada), de casas de acogida de la ciudad y de otros territorios.
¿Qué tipo de acompañamientos hace?
Aproximadamente, un 50% de los acompañamientos que hacemos anualmente están en las sedes judiciales pero también hay que realizar trámites administrativos que tienen que ver con este proceso. Por ejemplo, si deben tramitar una ayuda económica; si es necesario ir al SOC; a hacienda; a abrir una cuenta bancaria… una serie de trámites administrativos que deben realizarse y éste es un acompañamiento comunitario. Helia, con este proyecto, da respuesta a estas necesidades, y también tenemos a las psicólogas que hacen un acompañamiento más profesional y de atención, y después se vincula a las mujeres a algunos talleres comunitarios.
Es un intercambio de saberes, la red es un apoyo mutuo, es un acompañamiento horizontal y entre iguales, donde las mujeres no juzgarán a otras mujeres. Es decir, estarán aquí para ser esa amiga vecina, que te apoya y te acompaña.
¿Cuántos acompañamientos hizo al año?
Cuando llegué a Helia anualmente se hacían unos 40 acompañamientos. El pasado año hicimos más de 250. Y en lo que va de año ya llevamos más de 200. Esto tiene que ver con el cómo este proyecto va resolviendo las necesidades, tanto de las mujeres como de los servicios, y también, cómo hay mujeres que quieren hacer algo activamente contra la violencia machista, algo más que el activismo de las redes sociales. Por supuesto, también es necesario tener un privilegio de tiempo para ser voluntaria, y de algún recurso, como por ejemplo, asumir el coste del transporte público.
¿Qué perfil tienen las voluntarias?
Hay mujeres jubiladas, muchas jóvenes estudiantes, por ejemplo de carreras de criminología, derecho… que ya están super sensibilizadas y algunas profesionales jóvenes también. Esta red está formada por mujeres muy diversas, por supuesto también hay mujeres migradas que están en la red de voluntarias que también cuentan con este privilegio de tener tiempo y recursos para poder acompañar y estar aquí.
Es cierto que las que son más jóvenes igual un año están súper implicadas y hacen muchos acompañamientos, y de repente, pasan a tener horario, y no pueden seguir haciéndolo ya que los acompañamientos suelen estar por las mañanas. Pero aunque no existe esa disponibilidad todavía se quedan en la red, en el grupo de Whats App. Puesto que es una red que funciona muy bien y se comparte información muy interesante, y sobre todo, es un espacio seguro.
¿Y el perfil de las mujeres que acompaña?
Mayoritariamente son mujeres migradas en un 80%. Son las mujeres que nos derivan de los servicios públicos. La mayoría nos llegan del SARA (Servicio de Atención, Recuperación y Acogimiento) del Ayuntamiento de Barcelona, o de las casas de acogida, del Hospital Clínic, de los PIADS (Puntos de Información y Atención a las Mujeres) , de los SIES, de los Mossos d’Esquadra, de la Ciudad de la Justicia… Son mujeres que no tienen recursos, que no tienen red, que tienen una barrera idiomática que les impide realizar un trámite o el desconocimiento sobre la red digital, ahora que casi todos los trámites deben realizarse en línea.
Es el perfil de mujeres que solemos acompañar. Mujeres víctimas, por ejemplo, de matrimonios forzados. Muchas no conocen la ciudad ni el transporte público. Y se las acompaña, por ejemplo, a la cita con la psicóloga del SARA para que pueda realizar ese mismo desplazamiento, de forma autónoma, la próxima vez.
¿En qué punto se encuentra el proyecto ahora?
Por un lado, Veïnes per Veïnes se ha podido replicar en otros lugares, de forma autónoma, por otros grupos de mujeres a las que hemos acompañado en el proceso. El primer lugar en el que se ha replicado ha sido en el Barrio de la Salud, en Gràcia. También se está haciendo en Sagrera, L’Hospitalet, Igualada, Reus y Tarragona.
Y por otra parte, de la experiencia de los acompañamientos nos dimos cuenta de que en muchas ocasiones las voluntarias al hacernos la devolución de cómo había ido, sentían mucha frustración y rabia puesto que habían sido testigos, en primera persona, de la violencia institucional cuando acompañaban a las mujeres a estos sitios. Por eso, hace un año, decidimos impulsar el Observatorio de Violencias Institucionales Machistas (OVIM).
Teníamos dos cosas súper claras: que no podíamos hacerlo solas, dada la gran envergadura del proyecto, y que debía responder a los movimientos feministas de base que existen en España, y que ya estaban trabajando mucho en el tema de la violencia institucional. Contactamos con la Cooperativa Almena Feminista, que ahora es nuestra socia en este proyecto, puesto que Almena tiene una gran experiencia probada en la construcción de procesos participativos.
¿Qué devoluciones le hacían las voluntarias?
Por ejemplo, “hemos ido al juicio y no me han dejado entrar con mi mujer en la sala, cuando iba a declarar. La mujer tenía un bebé de 13 días y salió llorando de la sala. Y tanto la intérprete como el abogado le comentaron que había ido muy mal, ya que la juez le había dicho que por qué no se había ido a parir a su país, y encima no le dejó amamantar al bebé cuando se va poner a llorar de hambre”. ¡Y se supone que estás en los juzgados especializados en violencia de género!
Otro caso reciente, “he acompañado a una mujer y cuando nos hemos despedido del abogado éste le ha dicho: que te vaya bien. Si en dos años te vuelven a dar una paliza, tranquila, aquí voy a estar yo para defenderte”.
“He acompañado a la mujer al médico y éste ni le ha mirado a la cara. No le ha atendido bien, me hablaba a mí todo el tiempo, y yo le he intentado decir que la paciente era ella, no yo”.
O haciendo un trámite administrativo que les digan «¿cómo llevas aquí un año y no sabes el idioma, todavía?» Este tipo de cosas nos llega constantemente en las devoluciones con las voluntarias. Es una constante en estas mujeres sufrir este tipo de violencias machistas y racistas.
¿Cómo se está construyendo la OVIM?
El año pasado empezamos a poner el primer cimiento, muy a nivel de cómo lo imaginamos y quiénes formarían parte. Junto con Almena Feminista hemos constituido la figura de la asamblea en la que están participando organizaciones de todo el Estado español, y son más de 20 personas contando las entidades feministas diversas y las asesoras especializadas. Después hay un grupo más pequeño, de 10 entidades, que somos las que concretamos los temas: objetivos, misión, visión, líneas estratégicas…
En la próxima reunión hablaremos de cómo se realizarán las denuncias, las quejas, los indicadores. Y en la tercera, cómo funcionará la estrategia de incidencia política. La idea es presentarlo públicamente en marzo del próximo año.