
Por Esther Mira
Soñaba con ser mayor para ser libre; ‘era una agrandada’ -cuenta ella-. Lo cierto es que Marianna Doña Loba es grande para muchas mujeres a las que ha guiado y acompañado en el despertar de la conciencia femenina en España y más allá. Nacida en Argentina y exiliada en Barcelona en 1976, ha echado raíces y hogar en el activismo social, haciendo de la Tierra su maestra y de la manada su familia. Grafista, profesora y escritora, hoy sigue honrando a la naturaleza desde la Asociación Familia Gaia, que toma el relevo a la extinta Arboleda de Gaia tras 18 años de rodar.
¿Sobre qué base enraíza esta nueva propuesta gaiática?
Es muy similar a lo hecho previamente. Seguimos trabajando en la difusión de las tradiciones originarias pre patriarcales de la península ibérica, así como de las fiestas de la tierra de la antigua Europa, promoviendo círculos de mujeres, de hombres y mixtos para contribuir al establecimiento de una cultura comunal inclusiva y no jerárquica que aporte alternativas a la sociedad actual, y preservando la tierra y los seres vivos, los derechos humanos y la justicia social. Promovemos el desarrollo holístico del ser humano para potenciar un crecimiento integral que incluya la dimensión espiritual y una reflexión ética para extender la gestión de paz en todos los ámbitos. Somos una asociación muy pequeña que hacemos un trabajo pequeño.
Pequeño, pero muy amplio
¡Ojalá pudiéramos hacer una actividad que reflejara todos estos principios! Empezamos con la extinta Arboleda como una herramienta para una sororidad iniciática espiritual, gestionando círculos gratuitos de mujeres hasta en 18 ciudades de España. Trajimos hasta aquí al Consejo Internacional de las 13 abuelas indígenas y lo hicimos todo mediante donaciones, y así seguimos.
Has sido pionera en círculos de mujeres y en el trabajo con la menstruación y sigues siendo un referente para muchas mujeres
Bueno, yo me autodenomino activista espiritual, si bien hay quien me llama agitadora espiritual. Yo nunca he vivido de esto, he sido grafista toda mi vida y hace tres años me jubilé. Ahora, francamente, hago muy poquito trabajo, mucha divulgación online y un boletín que envío regularmente, entre otras tareas de difusión y divulgación.
Tu trayectoria tiene todo este foco espiritual, pero hoy vivimos un auge de todo lo vinculado a lo femenino y a la espiritualidad a menudo bastante comercial
Lo que no puedo negar es que yo formo parte de ese movimiento ‘new age’, aunque no me guste. No me autodefino como mujer medicina, ni como chamana, ni como sacerdotisa, sino como activista. Eso ya marca en verdad, porque para mí esas otras palabras no me representan, a pesar de que mucha gente me considere de esa manera. Por otro lado, el 80% del trabajo que realizo es gratuito y esto me ha dado mucha libertad. Así como durante unos años han estado súper de moda los trabajos con la menstruación, ahora como todas esas mujeres han superado esa etapa, hoy lo que está de moda es la menopausia. Estoy convencida de que todo el mundo trabaja de corazón, no creo que nadie diga ‘voy a hacer esto para ganar pasta’ sin que lo sienta y vibre con ello. Creo que dicen ‘vibro con esto y voy a intentar vivir de ello’, que es otra cosa, pero es verdad que muchas veces los niveles son muy bajitos, porque la gente no le dedica suficiente tiempo al estudio. Haces un curso online y ya te habilitan para ser instructora de menopausia, de menstruación, gestora de círculo en un curso de cinco meses online, etc. Yo jamás he hecho formación, porque me considero súper mega exigente, y no podría decirle a nadie ‘tú puedes hacerlo, te autorizo’, porque exigiría muchas cosas, como por ejemplo terapia personal, en fin… Creo que hay mucha gente que lo hace de corazón y entiendo su buena voluntad, pero no es lo mismo. Para mí, por ejemplo, hablar de menopausia es vincularse a los ritos de paso y a la espiritualidad.
¿Cómo es para ti esa espiritualidad que vertebra todo tu trabajo?
Es el contacto personal con aquello que es más grande que tú misma, algo que no solo es material, sino que está integrado holísticamente por muchas cosas. Y si nos remitimos a nuestros antepasados, ese algo es la Tierra. Por eso trabajo una espiritualidad vinculada a la naturaleza, asumiendo que la tierra es un ser vivo con un tipo determinado de autoconciencia. Entiendo la espiritualidad vinculada a la tierra, a los círculos, a los ciclos de la naturaleza. En la espiritualidad de nuestros ancestros y ancestras, anteriores al Neolítico, no existía la religión y había espiritualidad, rituales de paso en los que se honraba la figura del cuerpo de la mujer como fuente de vida, una gran madre prehistórica. A nivel personal tengo mis creencias particulares; nunca he sido religiosa, yo vengo del marxismo leninismo y he sido guerrillera, pero he evolucionado, he cambiado mi paradigma y aunque no creo en las religiones, sí tengo mi práctica espiritual diaria, rezo y tengo mis devociones.
Hablando de honrar la vida y de paz ¿Cómo relacionar esto con el momento actual tan belicista, de confrontación y de polaridad?
Mucha gente considera que la guerra es inherente a la familia humana, es decir que los humanos somos guerreros por naturaleza. Sin embargo, la prehistoria desautoriza esa idea, más bien lo que nos demuestra es que si nuestra especie ha podido sobrevivir durante tantísimo tiempo ha sido gracias a que justamente somos una especie colaboradora y solidaria. La espada, que es la primera arma como tal, es muy reciente. Y las primeras ciudades neolíticas no tenían murallas y estaban en lugares muy verdes, cerca del agua y accesibles. Eso nos habla de que no había una cultura de guerra. Cuando aparecen las sociedades jerarquizadas y los Estados, las religiones, la agricultura y el matrimonio, a partir de ahí todo eso se sostiene con guerras, aparecen las murallas, las armas y las guerras porque aparece la propiedad privada que está en el centro de todo. A un nivel más personal, recordemos que yo vengo de ser revolucionaria en Argentina, donde empecé a militar a los 13 años, como mucha gente de mi generación.
Sí, pero lo transformaste
Sí, y los círculos de mujeres durante un tiempo se transformaron en ceremonias por la paz. Cuando empezó la guerra de Ucrania, lo volví a relanzar con el apoyo de otras mujeres. Lanzamos el proyecto Abuelas en pie de Paz, solo a nivel online con vídeos donde cada una hacía un rezo por la paz. Pero estoy muy sorprendida realmente, porque cada vez que los publico, los comparten solo tres o cuatro mujeres. Creo que no hay interés. Las mujeres de la nueva era no están interesadas en la paz. Hay una falta de conciencia tremenda en este momento. Se habla mucho de Gaza, obviamente, porque es una barbaridad, pero ¿cómo puede ser que no haya habido una manifestación por la paz en Europa? No digo pro palestina, sino por la paz.
¿Por qué es interesante todavía hoy el trabajo en círculo?
Está probado que cuando las mujeres estamos solas, sin presencia masculina, esto nos hace bien, pues generamos oxitocina. Hablamos de algo que se instauró en nuestro cuerpo hace muchos miles de años en espacios femeninos en los que las mujeres paríamos juntas. Hay muchos tipos de círculos. Yo trabajo las fiestas de la tierra porque trabajo la recuperación de las tradiciones de la antigua Europa. Son círculos gratuitos, porque a las mujeres nos falta tiempo y nos falta dinero. Celebramos las fiestas de la rueda del año al ritmo de la luna para sincronizarnos con los ciclos, con la naturaleza, y también para abordar temas esenciales de lo femenino, como pueden ser la menstruación, la menopausia, nuestra sexualidad, la maternidad o la paz. Lo relacional es importante para las mujeres. Así lo trabajo yo y así lo he difundido en mi libro sobre las ‘Fiestas ancestrales de la tierra y la espiritualidad matrística en la península ibérica’, donde comparto ocho rituales para círculos de mujeres que los puede hacer cualquiera, precisamente para que los círculos no sean un lugar que tengan que ser llevados por ninguna maestra.
Ahora, esto se ha profesionalizado mucho
Hay gente que trabaja de otras maneras, dando cursos online para aprender a hacer círculos pero que no ha hecho un círculo en su vida, por ejemplo. ¿Por qué es importante reunirse? Porque hay mucha soledad y aislamiento en el mundo. Todos mis círculos acaban con una rueda de la palabra en la que cada una tiene 3 minutos para compartir lo que desee. Y es como una rueda de medicina. Aunque no es una terapia, es terapéutico cuando cada mujer habla de sí misma y de lo que le pasa y las demás escuchan con atención plena, porque nosotras necesitamos expresar, pero sobre todo necesitamos ser escuchadas. Cuando cada mujer se expresa y es escuchada con atención plena en un tiempo concreto limitado, vemos que somos todas diferentes, pero también iguales. Y a partir de ese momento empezamos a darnos cuenta de cómo la estructura actual de nuestra sociedad, el patriarcado, nos ha relegado y no tenemos espacio para nosotras. Trabajamos el vínculo con el tiempo y también la pertenencia, que es algo esencial para nuestra salud social.
¿Cómo preservar este trabajo de manada, con la tierra, el tiempo y los ciclos, en un mundo que cada vez es más digital y virtual?
Siento una curiosidad inmensa por saber cómo será el mundo en breve, pero soy optimista. A ver, cuando piensas en aquello que se va a convertir el mundo, lo más fácil es pensar ¡qué desastre!, pero soy optimista en el sentido de que el ser humano es sorprendente y tremendamente creativo. Somos Bach y Hitler a la vez, con una enorme potencialidad para lo bueno y para lo malo. Creo que los seres humanos actuales, sobre todo los que como yo ya vamos siendo mayores, tenemos que soltar nuestras ideas acerca de lo bueno y de lo malo. Todo va a cambiar mucho y muy pronto, y habrá cosas muy buenas y otras cosas no tan buenas. Ahora, básicamente, lo que podemos hacer es meditar, estar en las prácticas y agradecer.
¿Cómo has integrado tu experiencia migratoria en todo tu camino?
Fue una experiencia muy difícil. Mi madre me obligó a dejar Argentina, y me salvó la vida. Si no me hubiera ido, estaría muerta seguramente. Tenía 20 años y fue muy duro. Me vine a España, pues soy nieta de españoles, pero yo era antiespañola. Me imaginaba la España republicana, la de Lorca y Alberti, pero me encontré un país gris, ignorante y oscuro. Era horroroso. Pensaba que regresaría en seis meses, pero pasado un tiempo ya me di cuenta de que no iba a poder volver. Tardé ocho años en regresar a Argentina. Los primeros tiempos fueron horribles. Luego descubrí que existía una escuela de artes y oficios para gente pobre, la escuela Massana. Di con mi oficio, el grafismo. Aprendí el idioma, encontré mi grupo de pertenencia y me inserté aquí. Mi vida cambió y por primera vez tuve una vida normal y me sentí más cómoda aquí que lo que me había sentido nunca en Argentina.
¿Qué dirías que necesitamos saber las mujeres hoy?
Que existe un odio hacia una misma dentro de cada una de nosotras, muy grande, no consciente, pero que nos habla todo el rato cuando nos miramos al espejo y en muchos otros momentos. Es importante sanarlo, porque ese odio es una manera de controlar a las mujeres y ha sido usado por esta cultura patriarcal en la que vivimos. En realidad, es la génesis de todas las guerras y de todas las adicciones. Es importante sanarlo, identificar ese patriarca que hemos internalizado en nosotras y que desde dentro nos oprime diciéndonos eres fea, eres vieja, estás arrugada, ¿quién te va a querer si no vales nada? Esa voz que cuando nos miramos al espejo la oímos no es una enemiga, sino una parte nuestra. En realidad, esa voz es una parte nuestra que se cree que eso es verdad, pero no lo es. A esa voz hay que domesticarla, decirle gracias, te agradezco tus intentos, pero el mando lo llevo yo, así que quédate tranquila que yo me ocupo. Mirarte cada día en el espejo a los ojos y sonreírte. Al principio te va a parecer una cosa grotesca y horrible, pero verás cómo en unos días eso va cambiando y aprendes a cultivar más el amor hacia ti misma.
Más información: Asociación Sociocultural Familia Gaia