
Por Sonia Potoy y J. Palomés.
Hace 35 años que Sylviane Dahan llegaba a Barcelona procedente de París. Inmediatamente se involucró en la vida del barrio que la acogió aunando la lucha vecinal con su militancia feminista. Ha sido el alma de las vocalías de mujeres de la Asociación de Vecinos de la Izquierda del Eixample y de la Federación de la Asociación de Vecinos de Barcelona (FAVB).
¿Cómo llegaste a Barcelona?
Soy hija de una familia de inmigrantes argelinos que emigraron a Francia. En París vivía con un catalán refugiado de la dictadura de Franco. En ese tiempo tenía veinte años y experimenté algo sensacional: en mayo del 68 que hizo temblar a la Francia conservadora. Aquello no significó sólo un movimiento juvenil. Fue una huelga general que paralizó al país durante un mes. Hicimos temblar el poder. Esto me marcó. En Francia viví varios años y allí tuve a mis hijos, hasta que mi compañero y yo decidimos venir a Barcelona hacia el año 1987, donde nos establecimos y empecé a trabajar de maestra.
… ya involucrarte en las luchas vecinales.
Sí, sí. Nada más llegar me involucré en la asociación de vecinos. Me llamó la atención la fortaleza y la actividad de las asociaciones de vecinos que existían en Barcelona. Venía de París y allá no estaban tan estructuradas como aquí. Mis convicciones feministas sí se fraguaron en Francia, donde empecé militando en el Movimiento de Liberación de la Mujer en Francia (MLF) con líderes tan importantes como Simone de Beauvoir , y con luchas que se iniciaban como el derecho a el aborto o la liberación sexual. Éste fue mi despertar al activismo.
¿Cómo te integraste en la asociación de vecinos?
Debo confesar que, al inicio, acudía para aprender el catalán, pero muy poco después ya me introduje en el movimiento vecinal hasta que me responsabilicé de la edición de la revista de la Asociación de Vecinos del barrio de la Izquierda del Eixample, hasta hace relativamente poco. Tenía experiencia en cuestiones de maquetación, diseño, impresión… porque ya había trabajado en Francia en una imprenta por cuestiones de militancia. Hasta que también empecé a participar activamente en la Vocalía de la Mujer de la asociación.
¿Qué temas aborda en la Vocalía de Mujeres de la Asociación de Vecinos?
El principal reto que existe en la Vocalía de Mujeres es dar a comprender un concepto muy, muy elemental: las mujeres existimos y somos la mitad de la población, que aunque parezca elemental no en todas las cabezas entra y por eso cuesta tanto luchar por la igualdad. Hablamos de igualdad, pero la igualdad es, simplemente, aceptar este hecho, que biológicamente hay hombres y hay mujeres, y el hecho de ser mujeres tiene consecuencias injustas, nocivas, desiguales para las mujeres. Somos diferentes, pero no desiguales. Las propias mujeres no se dan cuenta de que son el 50% de la población. Las propias mujeres han interiorizado que la sociedad está dominada por hombres. A lo largo de los años que he estado en la Vocalía de Mujeres de la asociación he conocido a muchas mujeres que, ante la violencia, no denuncian. Han aceptado toda su vida el maltrato. He conocido a mujeres mayores que han decidido marcharse de casa, porque no aguantaban más el maltrato, cuando los hijos, ya adultos, habían abandonado el hogar. Habían aguantado toda su vida un matrimonio infeliz y cruel. Y te hablo de mujeres con estudios, con formación. Esto lo he visto en Barcelona, en París. Es el sistema patriarcal que se ha aprovechado mediante la división del trabajo de imponer una superioridad de los varones sobre las mujeres. Y cuando las mujeres no tienen una independencia económica, una autonomía, esto se agudiza.
¿Y qué estrategias impulsa en la asociación ante esto?
De esta violencia las mujeres no podemos entregarnos con intelectualismo, con libros, con teorías. Por eso es tan importante el trabajo que se hace en las vocalías de mujeres de los barrios: es necesario visibilizar esta violencia. La violencia no puede ser invisible. Ésta es la esencia de la democracia: cómo es posible que haya mujeres que sufran, que no puedan desarrollar su potencial, su personalidad, su valor, sus derechos, porque están bajo un sistema de sometimiento patriarcal. La democracia, pues, pasa por el reconocimiento y la valoración de una parte de la sociedad que está infravalorada. Un reconocimiento que nos beneficiaría a todos, por cierto. En la FAVB impulsamos los Punts Liles, un acuerdo entre todas las entidades del barrio para luchar contra la violencia machista. Se involucra especialmente en las tiendas y establecimientos del barrio y funciona en Sant Antoni, aquí en el Eixample, y en el Besós también se está desarrollando.
Y, sin embargo, parece que la violencia machista crezca día a día…
La violencia contra las mujeres crece día a día. La prostitución está aceptada, la pornografía está aceptada, los vientres de alquiler son algo consumado… La lucha feminista es más necesaria que nunca y es más necesaria que nunca la unión de las feministas. Ciertas reivindicaciones de género, LGTBI… han creado mucho desconcierto dentro del movimiento feminista. Existe una gran división entre la izquierda, en el feminismo, y esa división es el triunfo del neoliberalismo. Hace cincuenta años era impensable, inimaginable que se normalizaran los vientres de alquiler y ahora es algo que mucha gente acepta con total normalidad, como la pornografía, que tanto está afectando a las nuevas generaciones. La prostitución, la pornografía, lo que llaman maternidad subrogada, son violencias brutales contra la mujer que abarcan el género y la pobreza. Son grandes negocios que explotan la pobreza de la mujer. El capitalismo y el sistema patriarcal se complementan perfectamente. El cuerpo de la mujer era el último reducto al que el capitalismo no había llegado. Se han creado grandes negocios con el cuerpo de la mujer.
¿Crece la conciencia sobre los derechos de la mujer entre la ciudadanía?
Ésta es la principal tarea que realizamos en las vocalías de mujeres y, en efecto, la conciencia entre la ciudadanía avanza, realmente, pero crece día a día la violencia contra las mujeres. Además, no existen medidas institucionales que te garanticen seguridad, hay leyes que no se cumplen y gobiernos que no las exigen cumplir. La democracia es muy frágil todavía en ese sentido. El patriarcado teme perder sus privilegios y por eso, a medida que avanzamos en la conciencia de nuestros derechos, más amenazado se siente el sistema patriarcal. La violencia contra la mujer, la misoginia, avanza con la misma intensidad que avanza la conciencia de nuestra lucha.
Se habla de crisis en las asociaciones de vecinos, ¿por qué?
El movimiento vecinal ya no es el mismo que el de los 80. La sociedad también ha cambiado. Por entonces, los partidos de izquierdas estaban muy introducidos en el movimiento vecinal, lo que ocasionó que los líderes vecinales se transformaran en cuadros políticos y no ha llegado una nueva generación de activistas y militantes de barrio. Hoy, el activismo vecinal sigue existiendo pero con muchas dificultades, porque actualmente las exigencias de las asociaciones para trabajar son enormes. Antes, por ejemplo, existía el voluntariado y el único gasto era el alquiler que se pagaba con la cotización de sus socios. La gente entregaba su energía, su trabajo y su tiempo de forma voluntaria, sin nada a cambio, simplemente por convicciones. Yo he experimentado ese cambio. Hoy, incluso, el activismo se ha profesionalizado y no tenemos gente joven. La nueva generación no se siente atraída por el movimiento vecinal.
¿Es la financiación la principal debilidad de las asociaciones de vecinos?
Las necesidades económicas de las asociaciones de vecinos no son las de antaño. Antes vivíamos de las cotizaciones y el trabajo era voluntario. Ahora existen muchos menos socios y dependemos de las subvenciones. No hay independencia económica: dependemos de un local que nos ha cedido el ayuntamiento y dependemos de las subvenciones, que deben justificarse y esto comporta un trabajo burocrático y administrativo enorme que se queda en el trabajo del activismo vecinal. Hay asociaciones, y no son pocas, que han contratado gestorías para la externalización de estas tareas que llevan tanto tiempo, ya la contratación de administrativas para las tareas del día a día. Hoy los jóvenes, y lo entiendo, no van a venir a trabajar sin un sueldo. Hay muchas asociaciones de vecinos que han dejado de existir por eso mismo.
¿Por qué crees que la gente joven no se siente seducida por el movimiento vecinal?
La sociedad ha cambiado. Las nuevas generaciones no tienen las mismas condiciones económicas que teníamos hace treinta años. Nosotros teníamos trabajo, por ejemplo, y no sufrimos la precariedad de la juventud de hoy. Ahora, la principal preocupación de los jóvenes es mantener su trabajo o tener un lugar digno en el que vivir, por ejemplo. Además, entre las nuevas generaciones se percibe un rechazo hacia los partidos políticos y perciben al movimiento vecinal como una extensión de los partidos políticos.
Los y las jóvenes, desde el 15-M, han creado sus propios espacios. Por ejemplo, en mi barrio se ha creado un grupo de mujeres jóvenes que no quieren vincularse a la asociación de vecinos porque tienen otras perspectivas, otras formas de trabajar, de entender la lucha. ¿Qué debemos hacer? ¿Plegar? En la Federación de las Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB) todavía funciona muy bien la Comisión de Mujeres, pero no es el caso de muchos barrios.
¿Cómo percibes el futuro de las asociaciones de vecinos?
El movimiento vecinal está en crisis, porque no se ha renovado, pero es también un movimiento que ha resistido durante 50 años. No sé cuál puede ser el futuro del movimiento vecinal. Pero sí sé que siempre existirá la necesidad de un lugar de encuentro, de intercambio, de cohesión. El sentimiento comunal siempre existirá en el ser humano. Debemos encontrar una fórmula, un espacio más abierto y menos rígido que el que ha imperado hasta ahora. La juventud no está cómoda con esta estructura rígida del movimiento vecinal, más acostumbrado al asamblearismo potenciado a partir del 15-M. El movimiento vecinal ha jugado un papel destacado desde la Transición, lo que venga después no sé que puede ser. Lo que sí sé es que las personas, vecinos y vecinas necesitarán encontrarse, comunicarse, cooperar para solucionar problemas porque sólo no podemos hacer nada. La asociación es una necesidad vital, inherente al ser humano.