Wafaa, una prisionera en la cárcel de mujeres de Jdeida, Trípoli

Wafaa, una prisionera en la cárcel de mujeres de Jdeida, Trípoli

Texto y foto: Rawassei Abd Al Jalil, periodista

La cárcel es una sociedad en sí misma, se parece a otra comunidad con sus propias reglas, jerarquías y relaciones. Sin embargo, la mayor diferencia es que uno no está allí por elección propia y las reglas son más estrictas.

Cuando se habla de cárceles de mujeres, el problema es ligeramente diferente ya que las normas sociales que rigen a las reclusas pueden ser incluso más estrictas que las propias normas de la cárcel. En este artículo vamos a examinar la situación de las prisioneras en Libia, desde el punto de vista jurídico y social, tanto durante su estancia en prisión como después de su liberación.

Cárceles en Libia: Castigo sin rehabilitación
La ley en Libia requiere que las prisiones sean “lugares de reforma y de educación, dedicadas a corregir las conductas de los que han sido sentenciados a condenas y a prepararlos para volverlos miembros productivos de la sociedad.”

Pero la realidad está lejos de esta meta, particularmente con la falta de seguridad y los desafíos para reforzar la ley en las prisiones libias.

Según un informe del 2018 de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Libia tiene 26 prisiones controladas bajo la jurisdicción de los Ministerios de Justicia, Defensa e Interior. Están situadas a lo largo de todo el país, aunque el Instituto de Paz de los Estados Unidos recomiendan que se cierren la mayoría de ellas por no estar a la altura de los estándares internacionales de las prisiones.

Hay sólo tres prisiones para mujeres en Libia, localizadas en las regiones sur y oeste, mientras que de las condiciones en la parte este del país se sabe muy poco.

El informe destaca que muchas otras prisiones, que no están bajo control oficial, se encuentran dispersas por todo el país y son gestionadas por grupos armados, a menudo al margen de la supervisión del gobierno. Estas prisiones, especialmente las que albergan a mujeres, se encuentran entre las más peligrosas, ya que hay poca rendición de cuentas por el comportamiento de estos grupos, lo que da lugar a frecuentes violaciones de derechos. Los arrestos y detenciones en estas instalaciones a menudo violan las normas legales, como se señala en el informe de 2016 del Instituto de la Paz de Estados Unidos sobre Libia.

Lamentablemente, no existen estadísticas precisas sobre el número y la distribución de estas mujeres detenidas, ni datos sobre sus condiciones antes, durante o después del encarcelamiento. Esta falta de información ha dificultado especialmente la elaboración de este artículo.

Cuando el estigma social es peor que la prisión
Wafaa es una mujer libia, casada desde hace cinco años, con un hijo pequeño, y antigua profesora de árabe en una escuela primaria. Fue encarcelada en 2015 por cargos penales, que ella niega, y su caso sigue sin resolverse en el momento de redactar este informe.

Wafaa relató las circunstancias que rodearon su detención: «Me llevaron a la comisaría de la ciudad donde vivía. Mis hermanos y mi padre me golpearon e insultaron antes incluso de pedirme explicaciones y antes de que llegara el agente encargado de la investigación. Para ellos, yo era culpable sin lugar a dudas, así como para todos los implicados en mi caso, quizá porque soy mujer y me consideraban una vergüenza para mi familia. Al principio me retuvieron durante una semana en duras condiciones mentales y físicas durante el interrogatorio».

Wafaa continuó su relato: «Después me trasladaron a la prisión de Jdeida. Desde el primer día, mi familia y mis hermanos cortaron los lazos conmigo, como si ya no fuera uno de ellos. Incluso me quitaron a mi hijo pequeño, de menos de ocho meses».

¿Que pasa después de la prisión?
La vida después de la cárcel no es menos difícil que la vida dentro, sobre todo para las mujeres que se enfrentan a la estigmatización, el aislamiento y la oposición. En Libia, muy pocas organizaciones de la sociedad civil se centran en la rehabilitación y reinserción de los reclusos, siendo la Fundación Sabiel una de las más activas y coherentes.

El director ejecutivo de la Fundación Sabiel, Mawadda Kashad, nos habló de su trabajo: «Llevamos desde 2012 documentando violaciones en cárceles de mujeres y remitiéndolas a las autoridades competentes. Empezamos a promover las Reglas de Mandela y las leyes libias entre el personal penitenciario, ya que la mayoría de las violaciones se derivaban del desconocimiento de estas normas.»

Y añadió: «Desde 2012, Sabiel ha visitado la prisión de Jdeida en diez ocasiones, con programas de rehabilitación que comenzaron en 2018. La iniciativa más reciente incluyó sesiones de arte terapéutico, que fueron muy apreciadas por las reclusas.»

Kashad concluyó señalando el impacto positivo: «Hemos recorrido un largo camino en la promoción de la conciencia jurídica y de los derechos humanos. Las violaciones han disminuido significativamente, y los informes del personal penitenciario confirman que los problemas con las reclusas han disminuido desde que comenzaron los programas de formación.»

Conclusión
A pesar de los numerosos obstáculos a los que se ha enfrentado la elaboración de este artículo -como la ausencia de estadísticas y el escaso interés por las cuestiones relacionadas con el encarcelamiento de las mujeres-, esperamos que arroje luz sobre la urgente necesidad de prestar mayor atención a las condiciones de las reclusas en Libia, tanto durante su encarcelamiento como después de su puesta en libertad.