
Por Alícia Oliver
Eunice Elenes Martínez, nació en Puebla (México). De formación es paramédico, profesional de la salud que atiende emergencias médicas prehospitalarias. Y como ella dice, fue su “primer activismo, el humanitario”, ya que participó en el rescate de personas en diferentes catástrofes ocurridas en su país natal. En la actualidad, preside la Taula per Mèxic, una asociación que quiere contribuir a la promoción y a la protección de los derechos humanos y la justicia social en México.
Eunice llegó a Catalunya a inicios del siglo XXI y, a pesar de que pudo convalidar y ampliar sus estudios, hace unos años abandonó su profesión para dedicarse a la educación al desarrollo, aunque no le gusta nada el término, “me parece súper colonialista”, igual que la mención del “sur global, porque estás hablando del otro”. Su trabajo remunerado lo realiza en la ONG Entrepueblos, una organización que trabaja por la equidad y la justicia social, promoviendo alternativas para la sostenibilidad de la vida. Y su activismo, además de la Taula per Mèxic, también la lleva a colaborar en la Casa dels Futurs, creada en 2021, y que pretende abrir un centro referente de justicia climática y una escuela de movimientos, para coordinar procesos de apoyo mutuo y cooperación entre movimientos sociales y ecologistas.
Eunice ha conseguido aunar el trabajo de las tres organizaciones en diferentes proyectos, con lo cual, se siente afortunada por haber encontrado un vínculo entre su trabajo profesional y su activismo.
Al iniciar la conversación ya entra en materia y me habla de un proyecto realizado por la Taula en el 2023, que se llama Cuerpo, territorias, (feminizando el término) “fue un viaje de escucha, fíjate qué bonito, y nos fuimos por varias provincias catalanas, hablando con activistas”.
¿Un viaje de escucha?
Sí, y era como muy básico, en las asambleas o foros populares poníamos una serie de problemáticas para entender cómo se identificaba la gente; por ejemplo, el concepto de norte o sur global, qué entendían por justicia climática, feminismo… Realmente fue un viaje de escucha, donde también les preguntábamos por el contexto y las causas estructurales de vulneración de derechos, y que haces tú o cuál es tu lucha. Y esto lo íbamos recogiendo en cada sitio donde íbamos. Se hicieron tres encuentros en Barcelona, Tarragona y Lérida, de ida y de vuelta, para darles el retorno, y nos sirvió también para crear una pequeña red de intercambio en la que se fueran escuchando y después hicimos un encuentro conjunto.
¿Y cómo fue?
Me sorprendió, por ejemplo, la dificultad que tenían muchas personas, justamente en identificarse como “norte global o sur global”, porque evidentemente en el norte global hay muchos sures globales. Y hay que entender también que en el sur global hay muchos nortes globales. No es lo mismo pertenecer a una familia con recursos en México, por ejemplo, donde vives en tu burbuja, a ser una persona indígena, o que trabaja en el campo, o simplemente una persona asalariada. Hay mucho que decir en este sentido, y en base a todo lo que escuchamos hicimos un pequeño informe y nuestra intención, ahora, es poder continuar con este proyecto, y hacer una investigación sobre la epistemología del sur global. ¿De dónde vienen estos términos o por qué se llaman así? La idea es la de reapropiarnos y resignificar las palabras. Hay que apostar por la investigación, tanto académica como periodística, para saber ¿de dónde vienen estos términos y por qué? La verdad, es que yo creo que es un posicionamiento político, y apostaría para que las entidades y nosotras mismas decidiéramos cómo llamarnos. Lo que no me gusta es que esto se nos imponga desde el norte, desde el privilegio, que se nos impongan etiquetas, incluso desde el sur.
Cuando iniciábamos la conversación también me hablaste del calentamiento global.
Bueno, no soy experta, pero lo vivo y me pregunto, ¿cómo es posible?, ¿de dónde surge? Pues, del extractivismo, surge del capitalismo. Yo le llamo el trinomio maldito: capitalismo, patriarcado y racismo, que van siempre de la mano. Son las causas estructurales y para que haya países ricos, para que haya gente privilegiada tiene que haber forzosamente en este sistema, gente vulnerada. Y es sumamente injusto. La gente tiene que entender que este no es el modelo a seguir. Es un suicidio lo que estamos haciendo, estamos corriendo hacia el barranco. Y habrá gente que se enriquezca por el camino, desde luego, y no van asumir las consecuencias.
Pero también hay que ser muy justos porque a veces escucho a compañeras o compañeros que están trabajando en temas de cambio climático y ponen el foco de la culpa en la persona que consume. Y a mí, eso, es algo que me enerva. Si una persona está trabajando en un empleo precario, haciendo 12 horas, está en modo de supervivencia, por tanto, no le pidas que se preocupe por estas cosas cuando lo que hay que hacer es un cambio de modelo.
Esta persona no tiene la culpa de que vaya a comprar a un determinado súper, por ejemplo, donde sabemos que consumen cerdo y que este animal es absolutamente contaminante.
Será porque es una de las carnes más baratas, ¿no?
Es increíble, pero en Cataluña hay más cerdos que personas. Y, además, una buena parte se va a la exportación, pero contaminan aquí, el subsuelo, el agua… es un despropósito total. Pero, insisto, no puedes focalizar la culpa en la persona que lo compra.
La gente ya hace demasiado para intentar presionar para que los productos sean más ecológicos o más de localidad. Hay que regresar un poco a las generaciones anteriores que, aunque no tuvieran mucha conciencia del mundo, si la tenían de cómo vivir.
Consumir productos de proximidad.
No sé si te has fijado que aquí hay mucho consumo de aguacate. Pero hay que mirar de dónde viene. El aguacate en México está producido por el narcotráfico, a costa de la sangre de muchas personas defensoras de los bosques. Y aquí nos dicen que es un súper alimento. Y efectivamente, lo es. Pero, realmente estás comiendo lo que yo llamo “aguacates de sangre”.
Creo que la cuestión es cambiar la mentalidad de la gente para que consuman productos estacionales, que es lo que se ha hecho toda la vida.
¿Cómo fue tu vinculación con la Taula per Mèxic?
Empecé, más o menos, con pequeños activismos de base, vinculados, de alguna manera, al tema zapatista, que siempre tuvo mucha resonancia aquí en Europa. Y en el 2014 se dio el caso de Ayotzinapa, que fue la desaparición forzada de 43 estudiantes de una escuela rural.
Después, hubo otro crimen de Estado, conocido como el crimen de la colonia de Narvarte (Ciudad de México), donde asesinaron a cinco personas; una de ellas, un fotoperiodista que, a causa de su trabajo, había recibido numerosas amenazas y había abandonado Veracruz.
Y nos quedamos en shock porque, hasta entonces, Ciudad de México era como un oasis. Y ahí decidimos que teníamos que hacer algo para visibilizar lo que estaba ocurriendo en México con los asesinatos de periodistas, y es cuando creamos la Taula per Mèxic.
¿Cómo os organizasteis?
Como no teníamos recursos hablamos con el Ayuntamiento de Barcelona y hay que decir que dimos con gente muy sensible, que nos ayudaron mucho. Pero, por otro lado, hacer algo con México era complicado desde el punto de vista de la cooperación ya que no es un país prioritario. Con el Ayuntamiento pudimos hacer un convenio con la Dirección de Justicia Global y gestionamos el programa municipal “Barcelona Protege a Periodistas de México” que tiene por objetivo facilitar la estancia temporal en Barcelona de personas de este colectivo amenazadas por el ejercicio de su profesión y su activismo a la hora de denunciar violaciones de derechos humanos. La finalidad es darles un respiro y reforzar sus capacidades personales y profesionales para afrontar su situación, a la vez que se visibiliza y se internacionaliza su causa.
Y después, tuvimos la suerte de que la Agencia Catalana de Cooperación al Desarrollo (ACCD) retomó un programa que tenía sobre protección para personas defensoras. Y así es como empezamos a trabajar, por un lado, con los y las periodistas, y por otro, acompañando a personas defensoras de derechos, junto a la Comisión Catalana de Ayuda al Refugiado (CCAR). El trabajo con las personas defensoras no siempre lo publicitamos por el riesgo que pueden tener. Es un trabajo muy bonito, pero muy difícil.
Han sido años de aprendizaje con temas de protección internacional, después hicimos programas de educación y cooperación, en los últimos años, especialmente, con el derecho al asilo de refugiados climáticos y con temas de justicia climática.
Y aquí coincides con el trabajo de Entrepueblos, ¿no?
Entrepueblos es una entidad súper histórica. Trabajamos mucho la educación transformadora y también los feminismos. Además, el tema migrante lo trabajamos acompañando proyectos de liderazgos migrantes. Y mientras ocurría todo esto, me llamó Kevin Buckland, un histórico del tema de la justicia climática para que lo apoyara en una subvención. Y así nos empezamos a juntar, y al cabo de un tiempo empezamos a idear la Casa dels Futurs.
¿Y que es la Casa dels Futurs?
Lo que me gustó a diferencia de otras entidades ecologistas o que trabajan estas justicias es la mirada periférica desde la intersección, y esto es algo que yo nunca había visto. Realizamos asambleas masivas, muy participativas, con mesas de trabajo, recogiendo mucha colectividad, y ahí es donde surgió la necesidad de crear un Centro Internacional de Justicia Climática, ya que necesitamos tener un ejemplo físico. Y mientras, vamos haciendo red con muchas colectivas y organizaciones. Y por supuesto, la Taula y Entrepueblos también apoyan la Casa dels Futurs.